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domingo, 22 de junio de 2025

Los molinos del Saja, 2. Valle de Cabuérniga

   Valle de cabuérniga es, obviamente, el nombre de un valle, pero también el de un municipio y el de su capital, que coloquialmente solemos llamar Valle, a secas. Hubo en el Valle de Cabuérniga varios molinos, pero, lamentablemente, apenas quedan restos de ellos.


  Si recorremos el curso del Saja en el sentido de la corriente nos encontramos en primer lugar con el emplazamiento del molino de Fresneda. Estaba enclavado junto a una curva de la carretera que fue más tarde rectificada, y recibía el agua de la Canal de Valfría, afluente del Saja por la izquierda. El resto más reconocible es la presa, que en realidad es un resalte natural de roca en el curso del arroyo. En el momento en que lo visitamos era imposible hacer alguna foto sin sacar basura.


  Poco antes de llegar a Renedo de Cabuérniga, una presa ya desaparecida derivaba parte del caudal del Saja al canal que vemos en la fotografía, que, al parecer, daba servicio a más de un molino.


  Muy cerca de allí desemboca el Río de Viaña, donde el antiguo molino se ha convertido en una vivienda de segunda residencia.


  Nos dicen que toda la maquinaria del molino ha sido desmontada, y, efectivamente, podemos ver un rodezno de acero apoyado en la fachada.



  Con toda probabilidad, desde este resalte natural de roca se desviaba el agua hacia el molino de Viaña, por una calcera ya inexistente.


  La pared que vemos en el centro de la foto, rodeada por las instalaciones del camping, es lo que queda del viejo molino de Sopeña. Nos dicen que lo destruyó una riada en 1953.


  A la entrada del camping de Sopeña, una rueda volandera, con toda seguridad del mismo molino, sirve de decoración. Curiosamente, parece que se apoyaba en una nadrija en forma de cruz, en lugar de las habituales en forma de pajarita.


  En otro lugar de Sopeña, sin que veamos relación aparente de molino alguno, han convertido en mesa una piedra de moler relativamente pequeña y de aspecto más bien primitivo.

  Hubo en el valle más molinos, cuyos restos han desaparecido, o no hemos sabido encontrar.

martes, 3 de junio de 2025

Los molinos del Saja, 1. La cabecera

   No hay más remedio que empezar con una duda: los Molinucos del Diablo.  Puede ser un nombre de leyenda, pero también puede ser que hayan existido como tales molinos.

   Nuestra experiencia nos dice que la toponimia es más fiel y duradera que las ruinas y que la memoria de las gentes; véanse, por ejemplo, en este mismo blog, la Canal del Molinuco en Sarceda https://molinosdecantabria.blogspot.com/2024/10/los-molinos-del-nansa-2-tudanca.html , o la finca El Molino en San Pedro de Carmona https://molinosdecantabria.blogspot.com/2024/11/los-molinos-del-nansa-5-el-rio-quivierda.html; por poner solo un par de ejemplos.


  El topónimo Molinucos del Diablo corresponde a una zona en la cabecera misma de la cuenca del Saja, donde abundan, por cierto, los topónimos más o menos diabólicos, y donde, por otra parte, los rigores ambientales imposibilitan el cultivo de cereales; y que no tuvo más población que la de los pastores en verano, de San Juan a San Miguel, según la tradición. Serían estos pastores los usuarios de los molinucos, si es que realmente existieron. Damos por cierto que aquellos pastores comían pan o torta, y que, dada la dificultad de acceso, el suministro de alimento se haría de tarde en tarde, quizá una sola vez para toda la temporada; y que se conserva mejor el grano que la harina. No es imposible, por tanto, pero persiste la duda: ¿molían los pastores el grano para hacer su pan, o su torta? Una incógnita que no lo era para las gentes de hace dos o tres generaciones, pero que hoy tenemos pocas esperanzas de que llegue a resolverse. Por eso, dejando a un lado las especulaciones, volveremos a las realidades tangibles.


  Este es el viejo molinuco de Saja, junto al río y muy cerca del pueblo del mismo nombre. En primer término, una piedra de moler. Con un trozo de otra, más pequeña y sin estrías, está hecho el poyete que hay junto a la puerta: el molino tuvo más de una vida. Y a la derecha del edificio vemos un añadido más reciente.


  El molino fue modificado para transformarlo en vivienda. El cárcavo ha sido despojado de mecanismos, pero sigue mostrando el aspecto original, adintelado por una larga viga que se apoya en un pilar de madera.


  El boquete en la pared posterior nos permite saber por dónde llegaba el agua, pero no de qué manera se dirigía hacia la rueda hidráulica.


  El agua llegaba hasta el molino por una calcera ancha y relativamente profunda, que nos hace suponer que circulaba por ella un caudal importante.


  A unos pocos metros del molino, varias piedras de moler yacen amontonadas.


  El río Saja, bajo los árboles, discurre entre el ángulo inferior izquierdo  y el suoerior derecho de la foto. Se distingue claramente la calcera, y también las piedras de moler amontonadas al sur del molino.


  Como a dos kilómetros del pueblo de Saja, el río, en su curso hacia el norte, recibe por su derecha su primer afluente importante: el río Lodar, o Argoza, que pasa por Barcena mayor y por Correpoco. En ambos pueblos hubo molinos, claro. En Barcena Mayor recuerdan dos, pero nos han dicho que nada queda de ellos. En Correpoco, otros dos: uno junto al río, que debe estar perdido entre la vegetación y no lo hemos conseguido encontrar; y otro, que vemos en la foto, transformado en vivienda de fin de semana, junto a un pequeño arroyo.


  Pero lo más interesante está en el pueblo de Los Tojos: el Molino de Mariero, junto a un  arroyo que se despeña en cascadas, en un paraje cuyo encanto no cabe en ninguna fotografía.


  Al pie de una de las cascadas el arroyo se represa en una poza de la que sale la calcera, cuyo arranque vemos a la izquierda de la foto.


  El tramo inicial de la calcera discurre junto a un voladizo de roca.


  La calcera, casi paralela al arroyo, está sostenida por un muro de sillarejo.


  Tras un recorrido de solo unas pocas decenas de metros, la calcera desemboca en una pequeña antepara, que vemos en la foto a la derecha de la pared lateral del molino. En dicha pared podemos ver el arranque de las dos gruesas vigas que soportaban el suelo de la sala de molienda. Y, a su izquierda, el vano de la puerta.


  Contrasta la cantería de sillarejo de las paredes del molino con la mampostería, aparentemente menos sólida, de la antepara, que, además, parece simplemente adosada, como si hubiese sido construida más tarde. ¿También este molino tuvo más de una vida?


  La antepara, pequeña pero profunda, está revocada interiormente con mortero. Al fondo se ven las dos troneras, de sección circular, por las que pasaba el agua hacia las ruedas hidráulicas; y una de las grandes lajas de pizarra que tejaban el molino. Arriba se puede ver el tronco de un árbol que ha caído sobre el conjunto.


  En las ruinas del molino todavía puede verse con claridad cómo era. Sólidas paredes de sillarejo, sin argamasa. El vano de la puerta y, a su izquierda, un ventanuco que fue más tarde cegado. Las vigas de la sala de molienda y del tejado siguen en su lugar; en cambio, vemos un trozo, cubierto de musgo, de la gruesa viga del cárcavo, que ha cedido al peso de la pared frontal, que era de piedra, como se puede ver en su arranque. En el ángulo del fondo subsiste parte de una "llave" de madera: el mecanismo de regulación del paso del agua.


  En la pared del fondo hay dos troneras cuidadosamente construidas en piedra; excesivas para el funcionamiento de un molino de rodezno.


  Al menos una de ellas tenía un paso de agua más reducido, a través de un tronco hueco; que, por otra parte, corresponde con la sección circular de las troneras que vimos antes en la antepara.


  Lo vemos aquí en detalle. Nuestra hipótesis es que el molino tuvo una "vida" primitiva  en que funcionaba con caudales grandes de agua, sin antepara y tal vez con ruedas hidráulicas verticales. Más tarde se habría construido la antepara y reducido la sección de las troneras, con lo que el molino podría funcionar con caudales menores, y, en consecuencia, durante más meses del año.


  El pavimento del portal de la iglesia de Los Tojos está hecho en parte con piedras de molino; contamos hasta diez, más o menos enteras. ¿Las subieron hasta aquí desde el Molino Mariero, relativamente alejado aguas abajo? ¿O tal vez proceden de otro molino, del que se ha perdido memoria pero cuya existencia está documentada a mediados del siglo XVIII?