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jueves, 27 de marzo de 2025

Los molios del Nansa, 13. Cabanzón y Casamaría.

   Aguas abajo del Puente del Tortorio el Nansa se encaja en un estrecho cañón rocoso, y los pueblos más próximos, Cabanzón y Casamaría, están a una altura considerable sobre el nivel del río; por eso, los molinos no reciben agua del Nansa, sino de un tributario que afluye por la izquierda, el río Suspino.


  El río Suspino desemboca en el Nansa poco más abajo de la central hidroeléctrica de La Alcudia; junto a la desembocadura misma, y desde la orilla opuesta, podemos ver los restos de un molino. Es el quinto, y el mejor conservado, de una serie que encontramos desde que el Suspino, pasada Casamaría, se despeña hacia el Nansa por un estrecho valle, en la zona llamada El Castro.


  El cárcavo de ese molino se abre en un bello arco de piedras sin labrar, o de labra muy tosca, y todo el conjunto se apoya directamente sobre paredes de roca, formando una construcción muy sólida que ha soportado el paso del tiempo mejor que los otros cuatro molinos de la serie, bastante peor conservados, y de no fácil acceso. Recomendamos acceder a la descripción detallada que de ellos se hace en varias entradas del blog de Maíces del Nansa, cuyos enlaces facilitamos a continuación: 









  Junto al mismo río Suspino, en Casamaría, aguas arriba de los molinos del Castro, encontramos el que fue molinuco, y ahora es una pequeña cuadra. En la foto puede verse la boca del cárcavo, adintelada y actualmente cegada.


  La presa, cuyos restos se conservan, era de poca altura, y debió de originar una laguna relativamente extensa.


  La antepara era pequeña y poco profunda. Actualmente está medio rellena de tierra y piedras.


  También en Casamaría, muy cerca de la iglesia, el que llaman Molino de Venancio es ahora un establecimiento de hospedaje rural. Recibía el agua de la Riega de Escajeo, un pequeño afluente del río Suspino.


  La antepara es pequeña y admirablemente construida en piedra de sillería. Una tronera daba paso al agua hacia el rodezno que movía una sola rueda.


  También llama la atención la cuidadosa construcción de la calcera y la pequeña presa.


  El conjunto resulta un rincón de especial belleza.


  Junto al molino se pueden ver las dos ruedas que se desmontaron de la sala de molienda, cuando aún estaban casi nuevas.


  En el jardín de una casa cercana, las dos ruedas de estas mesas debieron de ser del mismo molino; tienen un picado similar a las que vemos en el jardin del molino, y estaban ya próximas al final de su vida útil.
  

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