Para muchos, la palabra "Cades" va unida a la ferrería, y tal vez también al molino que está junto a ella. Tal vez en el curso de una visita hemos admirado las proporciones del edificio y el funcionamiento de las máquinas. Y todo ello resulta más admirable aún si nos hacemos conscientes del esfuerzo que, en su día, hubo que hacer para su reconstrucción, y el mérito que supone mantenerlos en funcionamiento para nuestra instrucción y disfrute. Podemos hacernos una idea con este par de fotografías aéreas, antes y después de la reconstrucción. La ferrería es el edificio que ocupa el centro de la fotografía; a su derecha está la antepara o piscina; y hacia el ángulo superior derecho, el molino.
En primer término, la antepara que surte de agua a la ferrería (a la izquierda) y al molino (al fondo). La antepara se llena con agua que se bombea del Nansa (puede verse el chorro a la derecha). El funcionamiento de la ferrería y el molino, durante las visitas del público, devuelve al río el agua sin contaminación alguna, no obstante lo cual se paga a la Confederación Hidrográfica un canon por lo que, en la jerga normativa, llaman "recuperación de costes". En nuestra opinión, y en aplicación de la propia normativa, esta actividad podría (¿o debería?) estar exenta de ese pago (véase [https://www.chcantabrico.es/documents/20143/57799/27_ANEJO_IX.pdf/02c88a8e-9f78-d160-e37b-18605ca03dcf
Cuando no hay visitas en perspectiva (es decir, la mayor parte del tiempo), la antepara está vacía; pueden verse entonces las válvulas que abren el paso del agua a la ferrería (a la izquierda) y las troneras que dan paso a los saetillos del molino (al fondo, a la derecha). De paso, señalamos que este debía ser el aspecto del conjunto en la última etapa de negocio del molino, cuando las muelas se movían con motores eléctricos.
Vemos más en detalle las dos troneras, separadas por un tajamar, que permiten el paso del agua a los saetillos y a las dos ruedas del molino. Es notable la calidad de la sillería del conjunto.
Las troneras atraviesan la robusta pared de sillería del cárcavo y se continuan en sendos saetillos de madera. En la foto vemos uno de ellos y, en su extremo, la "llave" que cierra o abre el paso del agua hacia el rodezno.
Otra vista de lo mismo, desde otra parte del "infierno" o cárcavo.
Los rodeznos, parecidos a ruedas de carro con álabes en lugar de radios, son como los que debió de tener originalmente este molino, de construcción muy sólida. Otros molinos más humildes debieron tener rodeznos más frágiles y baratos.
El conjunto de rodezno, eje o árbol, y rueda volandera, se apoya en un madero, el puente, uno de cuyos extremos está hincado en la pared del cárcavo, y el otro puede subirse o bajarse desde la sala de molienda con el "alivio" (en primer término de la foto), para ajustar la distancia adecuada entre la piedra volandera y la solera, que está fija. El conjunto del árbol, el rodezno y la piedra volandera se apoya sobre un quicio (o gurrón, o tintero), que permite el giro, y solía ser de bronce, o, en los molinos más humildes, de piedra.
Vemos aquí más claramente el sencillo y eficaz mecanismo del "alivio" de uno de los rodeznos, que se acciona desde la sala de molienda mediante una varilla de acero. La otra varilla que puede verse a la derecha unida a una palanca de madera corresponde a la "llave" del saetillo. También es notable y poco usual el gran arco de piedra que divide en dos el cárcavo y proporciona una base muy sólida a la sala de molienda.
En esta foto de la sala de molienda vemos en primer término los arneros (destinados a recoger la harina) y, unidos a ellos, los "alivios": los extremos de sendas varillas de acero, con una a modo de tuerca circular, de madera. Una de las "llaves" puede verse cerca del borde izquierdo de la foto: una varilla vertical; gracias a la palanca de madera que vimos en la foto anterior se puede abrir o cerrar el paso del agua en el correspondiente saetillo. Además, pueden verse las dos muelas, una al descubierto y la otra cubierta por el tambor o guardapolvo, sobre el que se sitúan el burro o castillete y la tolva; entre las dos muelas, la cabria.
La misma sala desde otra perspectiva. Al fondo, en el poyo de la ventana, las medidas más frecuentes: el celemín, el medio celemín y la maquila.
Vemos aquí el detalle del trinquete, que mediante una cuerda unida a la canaleta, permite dar a ésta la inclinación adecuada para que el grano caiga al ritmo conveniente desde la tolva al ojo de la rueda volandera.
El molino está funcionando: la harina recién molida empieza a salir por la piquera.
Una vez que ha movido la maquinaria de la ferrería y del molino, el agua es devuelta al río por el canal que arranca desde aquí: a la derecha, la rueda del mazo de la herrería; a la izquierda, el cárcavo del molino.
Obviamente, nos hemos centrado en el molino; pero recomendamos vivamente las páginas dedicadas a la ferrería, y también al propio molino:














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