Desde el valle de Polaciones, donde nace, hasta su desembocadura en Pesués, el río Nansa recorre una tierra bravía, donde a veces se encaja o se despeña por fuertes pendientes. En sus aguas y en las de sus afluentes encontramos gran variedad de molinos; desde los más antiguos y humildes molinucos hasta molinos importantes y relativamente modernos, y también hubo batanes y ferrerías. Recorreremos en varias etapas el curso del Nansa y el de sus afluentes,, deteniéndonos en los molinos que hemos podido localizar, y alguno más del que tenemos noticia. En esta primera entrada recorreremos los ríos, poco más que arroyos, de la cabecera de la cuenca, hasta que se encuentran, ya cerca del pantano de La Cohilla. Desde allí, después, se despeña el Nansa por el desfiladero de la Peña de Bejo. Pero eso es ya otra historia, que iremos contando más adelante.
Según el Catastro del Marqués de la Ensenada (hacia 1750), había en Polaciones veintisiete molinos, de corta rueda, y que no funcionaban todo el año; algunos, solo de marzo a mayo. Muy pocos seguían funcionando en el siglo XX.
Cerca de Santa Eulalia, o Santa Olalla, junto al río Bejudal, encontramos el Molino de La Leguaria, (también llamado Molino de Quica, por el apodo de su última molinera).
Ahora se ha convertido en una cabañita de fin de semana, pero fue, en su día, un molino de dos ruedas. Al fondo de la antepara, ahora sin agua, puede verse lo único que sigue existiendo de la maquinaria del molino: las dos paletas que regulaban el paso de agua a los saetillos, Las llaves para accionarlas, curiosamente, no estaban en la sala de molienda, sino en el exterior; pueden verse junto al alféizar de la ventana.
Vemos aquí el detalle de las paletas; la izquierda, semiabierta.
En 1956-57 (izquierda), el Molino de Quica ya estaba en ruinas, y la antepara llena de vegetación. En la foto de la derecha, como se ve en la actualidad. Encontramos más información sobre este molino en https://www.valledelnansa.org/pdi/molino-de-la-leguaria
Entre Pejanda y Callecedo, junto a un camino que discurre al sur de la carretera, encontramos este otro molino de dos ruedas. Recibía el agua de un pequeño arroyo, y lo recogía en la pequeña antepara que, mal que bien, puede verse a la derecha de la foto. Después de mover las ruedas, el agua iba a parar al río Bedujal. El edificio fue transformado en vivienda, y se le adosó un anexo, que puede verse a la izquierda.
El anexo se situa sobre el canal de salida del cárcavo, de modo que forma una especie de túnel con paredes de piedra de mampostería (antiguas), y techo de forjado de hormigón. Algo así como una cueva, quién sabe si apropiada para el oso, que nos han dicho que últimamente ha rondado esta casa, deshabitada desde hace años.
Muy cerca del antiguo camino de La Colobrera, entre san Mamés y Belmonte, junto al Río de La Guariza (o de Pejanda), encontramos esta interesantísima ruina, que nos dice claramente cómo eran los antiguos molinucos.
La misma piedra, de perfil.
El detalle más importante de este molino está aquí: una rueda pequeña ha sido utilizada, como si fuera una piedra cualquiera, para armar un muro.
La misma piedra, vista de perfil. Tiene solo unos sesenta centímetros de diámetro, y la superficie de molienda perfectamente plana. El acabado pulido del contorno se conseguía, seguramente, torneándola con el propio giro del molino. El borde roto pudo ser la causa de que se desechase como piedra de moler.
La rotura, que vemos aquí claramente, pudo producirse al dar la vuelta a la piedra para picarla, pues, aunque no tuviera estrías, se debía picar para corregir el desgaste desigual. Estas pequeñas piedras de los molinos de corta rueda se levantaban sin necesidad de cabria, con ayuda de una estaca que se introducía por el ojo, para hacer palanca.
El arco de salida del cárcavo se construyó con piedras sin desbastar y muy desiguales, sin mortero alguno, y lo mismo las paredes. Podemos imaginar que una construcción tan precaria sufriría con frecuencia desperfectos, que se solucionaban con relativamente poco coste en tiempo y materiales. Aún así, se puede constatar que en algún momento hubo un avance técnico que permitió pasar desde la rueda pequeña y relativamente ligera, a una muela más grande y pesada, más eficaz.
En el río del Espinal, junto a un camino entre Tresabuela y Lombraña está el Molino de la Cuesta. Su mayor interés es la cámara de carga que puede verse hacia el centro de la fotografía; es tan pequeña que no puede hablarse de antepara, y sin la menor duda requería que el aporte de agua fuera continuo para el funcionamiento del molino, que tuvo que ser de una sola rueda.
Los restos del Molino de la Cuesta ocupan la parte central de la foto. El agua llegaba, desde el río, por un canal de piedras (apenas visible a causa de la vegetación), hasta la cámara de carga, que originalmente estaba tapada con una piedra cuadrada.
La pequeña calcera, apenas visible en la parte izquierda de la foto, torcía en ángulo recto hacia la cámara de carga, en el centro.
Junto al arroyo Collavín y en un bello entorno, encontramos la hermosa estampa del molino de Uznayo.
El aspecto del molino es muy humilde, excepto su muro posterior, de grandes sillares. La profundidad del agua en la antepara sin duda permitía un funcionamiento eficaz del molino.


























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