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martes, 11 de abril de 2023

Molinos de mar

  -Otra vez sin agua, Tio Tonio.

  -Otra vez, Manuel.

  -Y mire si sobró agua en la riada pasada.

  -Como el molino de Celada. "O mucho, mucho, o nada, nada".

  -¿Qué molino es ese, Tio Tonio?

  -P'hacia Castilla está, creo. Pero como él somos muchos.

  -Menos los de la mar. Ahí nunca faltará el agua.

  -¡Eeeh! Muy deprisa lo has dicho.

  -¡Pero Tio Tonio, no me irá a decir que el mar tiene sequías!

  -Sequías no, pero no creas que todo es jauja.

  -¿Pero usté conoce esos molinos?

  -En uno estuve, y bien aperreao, antes de estar en este.

  -Pues cuente, Tio Tonio.

  -¿Qué te voy a contar? Primeramente, que de eso no vives si no tienes otra cosa. Yo estaba también de destripaterrones en unas fincas del mismo dueño, y en el molino trabajaba a rachas.

  -¿Cómo a rachas? ¿A turnos?

  -A turnos cuando las mareas eran vivas, durante  unos días. Y luego venían días de mareas muertas, o sea, flojas, en los que el molino no trabajaba.

  -Ya. Y eso eran como las sequías. Pero por lo menos no había que limpiar la balsa.

  -Pues otra vez te estás equivocando. Que había mareas que metían fango, más del que sacaban, y cada tanto había que mover el barro y arrimarlo al muro.

  -¿Al muro?

  -Un muro muy largo de piedronas grandes, que con el barro que le arrimábamos hacía como si dijéramos la presa.

  -Y sería duro, eso.

  -Con los pies descalzos y los pantalones arremangaos, y suerte si hacía bueno. La vida nos daba la pesca que hacíamos.

  -¿La pesca?

  -Claro. Los peces que entran con la marea no pueden salir cuando la marea bajante cierra las compuertas. Esos días comíamos pescado, nos podíamos quedar con los que encontrábamos entre el barro.

  -¿Esos días? ¿Y los demás días?

  -La balsa era una pesquera, Manuel. El pescado era para la mesa del amo, y lo que sobraba se vendía.

  -Y usté lo miraba pasar...

  -Yo esperaba a los días de desempalago para comer algo más que alubias. Y no me quejo, que hambre casi nunca pasé.

  -Y siempre ha habido ricos y pobres, ¿no, Tio Tonio?

  -Pues eso.


  Los molinos de mar, o de marea, funcionan como los de río, salvo en un detalle: el desnivel necesario para que el agua mueva la rueda hidráulica está causado por las mareas. El dispositivo consiste en una gran balsa con una o más compuertas de eje horizontal, que se abren automáticamente por el empuje del agua en la subida de la marea, y se cierran cuando esta empieza a bajar. Cuando el desnivel es suficiente para el funcionamiento del molino se abren manualmente los saetillos y las ruedas empiezan a funcionar, y podrán seguir haciéndolo hasta que la marea ascendente haga disminuir de nuevo el desnivel entre el mar y la balsa. Esto puede significar medio ciclo mareal (unas cinco o seis horas) en las mareas vivas; o, tiempos menores, según la altura de la marea. Con mareas muertas, el molino no funciona. Por eso en España los encontramos solo en la fachada atlántica; y por eso no funcionaban todos los días. Unos cincuenta días al año podía ser lo normal, si estaban bien diseñados; pero también podían ser muchos menos.



  ...sobre las aguas deel mar ai un molino arinero de seis rruedas propio de Dn Fernando de la Riva, muele solo con mareas vibas dos oras cada mes y solo una rueda... (El molino de Gajano, a mediados del siglo XVIII. Tal vez estaba mal diseñado, o tal vez perdía mucha agua por  tener el dique descuidado.).


  Rodeznos del Molino de santa Olaja, en Soano (Arnuero). Cuando la marea haya bajado lo suficiente, desde la sala de molienda levantarán la paleta para abrir el saetillo, y el rodezno comenzará a girar, moviendo la rueda volandera para moler...


  Vista parcial de la gran balsa del Molino de Castellano, o del Conde, en Isla (Arnuero). Hacia el fondo, el muro que separa la balsa de la Ría de Ajo. A la derecha del muro están los restos del molino.


  El Molino del Conde, o de Castellano, desde el lado de la balsa. Son perfectamente visibles los tajamares que flanquean las bocas correspondientes a las ocho ruedas que tuvo el molino. A la derecha, casi en el borde de la foto, se ve la compuerta de entrada de agua en la balsa; y a la izquierda se ve el detalle del muro de mampostería de cal y canto. Es notable la calidad de la construcción de todo el conjunto.


  Interior del Molino del Conde. Pueden verse, sobre los arcos del cárcavo, los huecos en que se empotraban las vigas que sostenían las muelas y el suelo de madera de la sala de molienda.



  El molino de La Venera (al fondo de la Ría de Ajo) se construyó con el mismo diseño y en la misma época que el molino de Castellano. Molió desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del pasado siglo; conserva buena parte de la maquinaria, y ha sido cuidadosamente conservado por la familia propietaria.



  El Molino de Santa Olaja, en Soano (Arnuero) es otro de los que funcionaron hasta tiempos relativamente recientes; sin embargo, llegó a ser una ruina antes de la cuidadosa restauración, gracias a la cual hoy puede visitarse, y verse su funcionamiento.


  Los ejemplos anteriores pueden llevarnos a creer que los molinos de marea eran muy pocos, y siempre el resultado de grandes inversiones en edificios y muros; pero no  era así. En las costas de Cantabria se han contabilizado no menos de noventa de diferentes épocas. Hacia 1750, según el Catastro del Marqués de la Ensenada (el mejor registro que tenemos) funcionaban en Cantabria sesenta molinos de marea; no es exagerado decir que en cualquier rincón aprovechable de nuestras rías había un molino de marea. De la mayor parte de ellos no quedan restos reconocibles; pero los había grandes, y también de dos ruedas (es decir, bastante modestos). Y entre los que, restaurados o no, pueden verse hoy en día, hay bastante diversidad, tanto en tamaño como en calidad de la construcción. Es muy posible que muchos de los diques que no se conservan fuesen de materiales perecederos: estacas, zarzos. Y el barro adosado al dique era seguramente importante para la estanqueidad, fuera cual fuese la calidad de la construcción del muro.


  El Molino de Rivero, en Ancillo (Argoños), aunque de aspecto parecido a los de Venera o Castellano, era de una calidad arquitectónica claramente menor (tanto el edificio como el muro).


  Los arcos del Molino de Rivero eran de sillarejo. Solo se conserva uno de ellos.


  El Molino de Cerroja, en Escalante, tiene otra tipología muy distinta de los anteriores: más compacto, y sin tajamares. Se le suponen cerca de mil años de historia, a lo largo de la cual sin duda habrá sufrido muchas modificaciones, incluida su restauración en tiempos recientes, después de haberse arruinado tras el cese de su actividad hacia mediados del pasado siglo.


  El Molino de Jado, en Ancillo (Argoños) también molió hasta tiempos relativamente recientes. Ha sido restaurado, y conserva las dos turbinas que funcionaron en su última etapa. Puede verse la compuerta, a la derecha del edificio del molino.


  Muy cerca del anterior, este es un buen ejemplo de molino de marea modesto: pequeño (tal vez de dos ruedas), con cárcavo adintelado, y una pequeña compuerta que estaba integrada en el propio edificio.


  En los ejemplos anteriores puede verse, o adivinarse al menos, el aspecto que debió de tener el molino. Pero no es así en todos los casos: la obra hidráulica del Molino de El Espino, en Cortiguera (Suances) está oculta por los fangos. Una limpieza que retirase parte de ellos bastaría para revelarla.


  En la Marisma de Pombo (San Vicente de la Barquera), esta ruina, como otras, merece ser conservada, tal vez con unas obras de consolidación. Y, sin duda, de ella y de otras podríamos aprender alguna de las muchas cosas que nos quedan por saber sobre los molinos de marea que hubo en Cantabria a lo largo de la historia.